La gente que no entiende los Trastornos de la Conducta Alimentaria los tacha de superficiales, porque aparentemente la persona que lo padece realiza diversas conductas para adelgazar. Y es que la superficialidad es fácil. Es más fácil juzgar a una persona que tomarse el tiempo necesario para conocerla. Es más fácil dejarse llevar por lo que te cuentan de una persona que darle una oportunidad. Es más fácil pensar que una persona con este trastorno quiere adelgazar que adentrarse en el complicado mundo de los trastornos alimentarios.
Porque no es sólo fácil para el resto, sino también para la persona que lo sufre pensar que adelgazar es la solución a sus problemas. "Si adelgazo me será más fácil gustarle a la gente", "si adelgazo me será más fácil conseguir mis objetivos", "si adelgazo tendré más confianza". Y en el último está la clave, adelgazar da una falsa sensación de confianza y seguridad, que es lo que realmente buscan muchas personas con este trastorno y no encuentran otra forma de alcanzarla que adelgazando. Se autoengañan convenciéndose que cualquiera de sus problemas se va a solucionar si adelgazan, porque eso les dará la confianza para conseguirlo.
A mí me pasó exactamente así. Por todos mis miedos e inseguridades que no sabía por donde empezar a superar, decidí "creerme" que adelgazar iba a hacer que los supere, aunque no tuviese ningún sentido. Mi mayor inseguridad era mi timidez, pensaba que no era capaz de hacer amigos nuevos ni de hablar abiertamente porque todos me juzgaban. Era más fácil pensar que mi inseguridad era por algo superficial que podía cambiar, mi cuerpo, que por mi timidez, que era parte de mí y superarlo requeriría un camino más complicado.
Pero, para mi sorpresa, adelgazar sólo consiguió lo contrario: que me cerrase más con la gente y que tuviese menos confianza en mí misma. El camino fácil, "superficial", no me sirvió, pero de eso no me di cuenta hasta mucho más tarde.
Y ahora que he superado mi trastorno alimentario y tengo seguridad respecto a mi cuerpo, ¿he superado mi timidez? Sí, pero no al 100%. Cuando empecé el tratamiento pretendía volverme la persona más abierta del mundo, pero mi psicóloga me paró y me dijo: "Elena, tú eres tímida, es parte de ti, tienes que aceptar que nunca vas a ser el alma de la fiesta. Y eso no está mal. Puedes conseguir tener más confianza, pero algo de timidez siempre vas a tener". Y así lo acepté.
Aún me cuesta. Tengo días peores en los que me dicen de salir con gente que conozco y a minutos de salir me arrepiento, pero otros días que me invitan a sitios en los que conozco sólo a una persona y me animo. Se trata de ponerme pequeñas metas que pueda superar. Nunca voy a ser la chica que se lance a presentarse a todo el mundo, ni la que disfrute hablando en púbico, ni la que no le importe hacer el rídiculo; por mucho que haya veces que me gustaría mandar todo a la mierda y ser esa persona. Pero no soy yo, y hay rasgos nuestros que a veces simplemente hay que aceptar.
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