martes, 27 de junio de 2017

Cuerpo y comida post-TCA

Superar un trastorno alimenticio implica obtener una relación saludable con la comida y tu cuerpo. Parece algo muy obvio, pero a veces los límites entre qué es y qué no es una relación saludable pueden ser algo difusos. Y curiosamente, con la personalidad obsesiva que rodea a las personas que los padecen, no es raro que la obsesión se pase a comer cantidades perfectas y no permitirse tener un mal día del cuerpo.

Y aunque al principio eso sea lo normal, eso tiene que ir normalizándose. Me acuerdo que nada más empezar a hacer comidas sola me obsesionaba con comer perfecto: me calculaba los días a la semana que tenía que merendar fruta o dulce, no repetir nunca comida, comer siempre a la misma hora… Hasta que me di cuenta que era incompatible con mi vida diaria y con la de todo el mundo. Y por primera vez en años, dejé de pensar en que estaba comiendo en cada momento y me dejé llevar por lo que mi cuerpo me pedía: algún día comía menos, otros más, merendaba lo que me apeteciese…

Seguramente todo el que lea esto y no haya pasado un TCA pensará que sonaré como una loca analizando como comer. Pero si durante años me convertí en una calculadora de calorías y tenía controlado cada gramo de comida que entrase por mi boca, pensé que sería imposible olvidar cuántas calorías tiene cada cosa o que comer es una necesidad más y no un suplicio. Tuve que, literalmente, aprender a comer. Cuando acabé el tratamiento pensé que tenía una relación saludable con la comida porque había perdido el miedo a comer y pensar que voy a engordar, pero la relación saludable va a mucho más: comer lo que mi cuerpo me pida. (Ojo, siempre que lo que mi cuerpo pida este dentro de la normalidad, que comer por ansiedad NO es normal).

Pero después de todo soy una persona que ha pasado un TCA y estoy siempre en riesgo de que por circunstancias de la vida pueda recaer, por lo que hay hábitos alimentarios que, por lo menos de momento, no puedo empezar. Para ser más concreta, llevar una dieta vegetariana. Es algo que siempre he querido hacer, desde pequeña, pre-TCA, por mis propios valores. Pero cuando hace unos meses consulte a mi psicóloga si podía, la respuesta fue simple: “la experiencia nunca ha sido buena”. Y aunque yo conozca casos de que haya salido bien, el miedo a recaer es mayor. Me han dado la opción de hacerlo en varios años cuando mi situación sea estable, pero implicaría ir a un nutricionista y psicólogo otra vez, y eso no me traería buenos recuerdos.

El tema del cuerpo también es delicado. En el tratamiento pasas de verte siempre gorda a aprender a amar tu cuerpo y apreciarlo tal y como es. Pero, sigo siendo humana, y puedo tener días malos, al igual que el resto de este planeta. Nunca antes podía decirle a nadie que hay algunos días que me puedo ver mal porque sé que eso les implicaría alarmarse más de la cuenta. Pero soy una chica de 19 años, que atraviesa un ciclo hormonal en el que en determinados momentos estoy más hinchada… Y al igual que para nadie esto es cómodo, para mí tampoco. Pero eso no implica que vaya a recaer o me vea gorda.

¿Pero sabéis cómo sé que mi relación con mi cuerpo es normal? Porque si tengo un día que me veo peor, no me limita en el día: no me cambio de ropa, no me miro más al espejo, no me quedó en casa… Hago mi vida normal.

Por lo general, siempre me veo muy bien y la verdad que estoy muy contenta con mi cuerpo. Pero me preocupa en el sentido de que sé que estos 2 últimos años post-tratamiento mi cuerpo ha cambiado a una forma que me gusta: se ha estilizado y también he adelgazado un poco. No ha pasado queriéndolo yo, simplemente mi metabolismo se ha adaptado y ha pasado de forma natural. ¿Habría estado igual de contenta con mi cuerpo si no hubiese cambiado? Es la única cuestión que me queda por el aire.


Simplemente quería recalcar eso, un tratamiento te enseña a comer bien y amar tu cuerpo, pero eres tú quien después lo normalizas en tu vida y eso te llevará el tiempo que te tenga que llevar. Yo pienso que ya hace tiempo que lo he conseguido, y fue tan fácil como irme fuera, que nadie conociese lo que antes había pasado, y adaptarme a lo que hacía el resto. Y creo que lo hago de una forma mucho más normal que mucha gente que no haya padecido TCAs antes. (Lo normalizadas que están las dietas para adelgazar en la sociedad ya es otro tema que implicaría otra entrada).

viernes, 16 de junio de 2017

El tiempo lo dirá

Un año hace de que decidí empezar a escribir este blog, y aunque lo hago menos de lo que querría, el apoyo que he recibido desde su comienzo es increíble. Gente que me se me ha acercado para pedir ayuda porque conoce a chicas que están pasando lo que yo pasé, gente que se me ha acercado personalmente o me ha escrito dándome las gracias por compartir mis vivencias y conocimientos, o simplemente la gente que me comenta y le da me gusta a las entradas cuando las comparto en Facebook. Todas esas personas me ayudáis a que quiera seguir sacando esto adelante, aunque las últimas entradas hayan perdido lectores.

Ya que ha pasado un año desde que lo empecé, quería reflexionar de todo lo que ha pasado en este último año, porque no ha sido poco. Ha sido un año raro, un verdadero camino en el que no sabía que venía por delante, sólo sabía que tenía que seguir caminando. Y puedo decir que estoy orgullosa de las decisiones que tomé para salir en un hoyo en el que caí, aunque a algunas personas algunas les parecieron un poco drásticas. Pero era uno de esos momentos en el que te tienes que centrar en ti mismo y decidir lo que a ti te parece que está bien y que te va a hacer feliz.

Mientras estaba en el hoyo me convertí en una persona "que resta": negativa a más no poder y transmitiéndole mis agobios a quién estuviese conmigo, pensando solo en mí misma, no dándome cuenta de lo que sucedía alrededor mía. Y aunque fuese todo completamente mi culpa, realmente no era mi intención; ir andando con una venda en los ojos hace que te pierdas en la oscuridad, y para quitarmr la venda tenía que alejarme de todo aquello que causó que me la tuviese que poner. Y eso hice.

Quitarse la venda da miedo, porque descubres todo lo que has descuidado y no podías ver mientras la llevabas puesta, pero era necesario para que yo pudiese continuar. Entonces intenté revertir mi negatividad a positividad, lo conseguí, pero el daño estaba hecho en algunos aspectos de mi vida. Me llevé palos muy grandes, pero sorpresa, como no tenía la venda puesta no me tiraron al suelo, me hicieron reflexionar y sacar el lado positivo de las cosas. Es curioso la cantidad de cosas que a simple vista encuentras negativas, pueden esconder un lado positivo.

Pero no me había perdido sólo en mí, sino en mi plan de vida. Había perdido la ilusión por un futuro que me había montado en no la mejor parte de mi vida y sin barajar los pros y contras. Lo único con lo que me motivaba era escribiendo en el blog y pensando que así podía leerme alguien a quien ayudarle. Entonces empezó el pensamiento recurrente de que podía llevar lo que hacía con el blog a mi futuro y cada vez era más atrayante. Después de muchos comederos de cabeza, pros y contras, un análisis muy complejo de mis motivos (vaya, muchas rayadas) llegué a una conclusión y estoy en el camino de empezar a cumplirla.

La vida es tan curiosa, porque decisiones que tomas que parecen lo mejor y seguras, resultan inadecuadas cuando evolucionas con los eventos que vives en la vida. Pero ninguna es un error, todo son decisiones tomadas en circunstancias diferentes, en diferentes "yo"s. La vida es así, llena de sorpresas. Agradables y desagradables. Las agradables son fáciles de aceptar, pero las desagradables se aceptan según nuestra capacidad de adaptarnos y sacar lo positivo de las cosas. Porque después de todo, no queremos personas que resten, sino que sumen.

miércoles, 7 de junio de 2017

Mi gran monstruo,

Tengo entendido que la forma correcta de denominarte es “ansiedad”, pero yo prefiero llamarte con el nombre que te he dado: mi gran monstruo. ¿Por qué monstruo? Porque todas las cosas que se me han jodido en la vida ha sido directa o indirectamente por ti, porque apareces cuando menos lo espero y te quedas sin avisar cuánto tiempo.

Hubo una época en mi vida que me impedías comer: eras una bola situada en mi garganta que no conseguía tragar ni vomitar. Todas esas palabras que quise decir alguna vez pero que se fueron acumulando y acumulando. ¿Cómo iba a comer más si estaba ya llena de palabras que me tragué durante tanto tiempo? ¿Y cómo conseguí que se acumulasen tanto? ¿Por miedo a qué? Aparentemente no podía fallar, mejor era estar callada y no decir nada. No fuese a ser que dijese lo incorrecto y todos lo recordasen para siempre.

Luego me creaste miedo. Miedo a dejarme llevar y no atender mis responsabilidades. Cada vez que intentaba alejarme y disfrutar, me recordabas con dolores en el pecho, mareos y mal estar: “estarías mejor en tu cuarto, haciendo lo que debes hacer”.

Entonces te escuché más de la cuenta y caí bajo tus garras. Me tapaste la vista pero dejaste un pequeño orificio para que viese el único objetivo que querías que cumpliese, y si por casualidad conseguía ver más, hacías que no lo recordara, no le diese importancia, no lo cuidase…

Así hiciste que me desatendiese de todas las cosas importantes y me centrase en una sola cosa, que aunque fuese importante, no lo era todo, pero hiciste que se convirtiese en mi única necesidad. La vida es más que obtener un solo logro, pero tú no me permitiste darle importancia al resto, que realmente son las cosas por las que la vida merece la pena.

Todo siguió así, bajo un estrés constante para conseguir algo de lo que no soy consciente aún que era exactamente, mientras el resto caía poco a poco y yo no me podía dar cuenta que las cosas iban mal porque seguía con una venda en los ojos.

Pero esto no podía seguir eternamente, iba a llegar un momento en el que me diese cuenta que ese monstruo estaba ahí con una intención: hacerme sentir lo suficientemente mal para poder parar y decirme “¿qué estoy haciendo?” Hay veces que en las ocasiones en que sientes que has tocado fondo hay que parar y alejarse de todo lo que ha causado que venga el monstruo y mirar todo desde otra perspectiva, no sumergidos en el torbellino confuso de la ansiedad que impide ver lo que está sucediendo en el exterior de él.

Y aunque parece que ahí viene lo fácil, porque ya has salido del torbellino, resulta que es la parte más difícil. Es más fácil vivir teniendo miedo por algo irracional que volver al mundo real y tener que arreglar todo el estropicio que se ha ido creando alrededor sin darme yo cuenta. Es como cuando se te olvida regar las plantas un tiempo, hay algunas que con trabajo vas a conseguir salvar y otras que no. Pues es igual con las cosas con la vida, o las trabajas, o desaparecerán y no volverán.

Así que, mi gran monstruo, sé quien eres y que quieres de mí. Tranquilo, la próxima vez que aparezcas me daré cuenta antes de que hay algo que me tienes que decir. Pero ahora, ya puedes ir desapareciendo.