Ring ring. No, otra vez no. Saco el teléfono de mi bolsillo
con la mano temblorosa mientras miro al techo, evitando mirar la pantalla como
si no ver tu nombre fuese a solucionar las cosas. Suspiro profundamente antes
de echarle un rápido vistazo, pero no lo suficientemente rápido ya que alcanzo
a ver esas letras que reconocería en cualquier lugar. Tu nombre. Eres tú. Me
vuelves a llamar.
Ring ring. Agito la cabeza en un gesto de negación hacia mí
misma. No voy a cogerlo, no puedo. Estoy harta de romper mi propia promesa.
Estoy harta de decepcionarme una vez tras otra. Estoy harta de caer en esa
trampa. No, no voy a contestar.
Ring ring. Ayer sí te contesté. Te contesté acordándome de
cuando te conocí. Acordándome de cómo entraste en mi vida cuando yo estaba en el
suelo. Acordándome de cómo me prometiste estar ahí para darme la mano cada vez
que me viniese abajo, de apoyarme, de abrazarme, de quererme como antes nadie
lo había hecho.
Ring ring. Me acordé de aquella primera vez que dimos un
paseo para hablar: acabamos con agujetas en las piernas por andar durante tres horas porque no
podíamos parar de encontrar cosas que teníamos en común. Y al despedirte me
diste ese ansiado beso. Nada se pudo comparar con ese beso. Un beso esperado,
deseado, lleno de una ilusión que pronto se convertiría en amor.
Ring ring. Ayer me acordé del principio de nuestra relación.
De cómo cada fin de semana me llevabas a un sitio diferente porque te negabas a
repetir planes. Me acordé de todas las mañanas que abría los ojos y encontraba
los tuyos brillantes, observándome con una sonrisa en los labios. Esa sonrisa
me recordaba a cómo le hablabas de mí a tus amigos, como si yo fuese la mayor
suerte de tu vida. Y yo estaba segura de que tú eras la mía.
Ring ring. Pero hoy me acuerdo del presente. Me acuerdo de
las excusas y de las mentiras. Me acuerdo de las veces que aparecías en mi
puerta pidiéndome una última oportunidad. Esa última oportunidad que te cedí
mil y una veces esperando encontrar el chico que creí haber conocido aquel día.
Ring ring. Me acuerdo de como todo empezó a cambiar. Primero empezaste a gritarme, pero era porque volvías cansado del trabajo.
Luego, me insultabas, pero era porque habías tenido un mal día y estabas
irritable. Entonces, llegaste a pegarme, pero era por desahogarte. Te lo tenía
que perdonar, ¿no?
Ring ring. Me acuerdo de ayer. De cogerte el teléfono y
acabar en tu casa. De cómo me recibiste con besos y caricias. De cómo me
miraste a los ojos y me mentiste diciéndome que me querías. De cómo
me usaste a tu parecer para luego querer echarme. Pero yo no me quería ir. Por eso
me gritaste, me empujaste, me tiraste al suelo, me insultaste y pegaste. Una
vez más. Cada vez más fuerte.
Ayer creí que esta iba a ser la última vez...
Ring ring. Lo de ayer no fue nada nuevo. Fue la trampa en
la que llevo cayendo ya tanto tiempo que incluso olvidé cuando todo se torció.
Ayer volví a caer, pero hoy voy a ser fuerte. Pero, ¿lo seré mañana?
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