Enero suele ser considerado como el mes de los comienzos: "nuevo año, nueva vida". De ahí vienen las famosos propósitos de año nuevo, que siempre consideraré una chorrada porque si quieres de verdad lograr algo empiezas ahora, si no quieres empezar ya, no tienes el suficiente interés. Además, el paso de diciembre a enero para un estudiante, sólo significa que los exámenes se acercan, el curso sigue, ni siquiera hay cambio de un cuatrimestre a otro.
Pero sí considero septiembre un mes para hacer cambios, pero no de la forma que se hacen los "propósitos de año nuevo", si no objetivos establecidos por reflexionar. Porque para mí el verano es un momento de reflexión: como ha sido el curso, como he sido yo durante el curso, de qué gente me he rodeado, si llevo el camino correcto; pero también el momento de establecer objetivos para sentirme llena como persona, vaya, por muy "ñoño" que suene, llevar el camino que me haga feliz.
Este verano en concreto he reflexionado mucho, igual que lo hice hace dos años. Hace dos años, había acabado Bachillerato y me mudaba a Madrid para estudiar una carrera que ahora he dejado, era la primera vez en año y medio que no tendría seguimiento semanal de mi tratamiento de anorexia. Tenía que hacer nuevos amigos, conocer una ciudad nueva completamente diferente para mí y adaptarme a una situación desconocida, y yo le tengo pánico a la situaciones desconocidas.
Tenía mucho miedo, pero también mucha ilusión. Durante ese año me decepcionaron muchas personas, lo cuál me hizo madurar y necesitar un cambio de aires. Entonces me forcé a empezar una nueva vida y conseguí adaptarme. Pero falló algo, y es que cuando todo parecía perfecto, un camino de rosas, me acabé pinchando y volviendo a la realidad.
Eso hizo que el año pasado fuese un desastre. Descuidé mi salud mental, y no, no estuve mal con la comida, pero dejémoslo en que estuve mal. Ese estado hizo que personas se alejaran, otras personas me decepcionaron, y tuve una fuerte crisis existencial y respecto a mi futuro en la cuál tomé una decisión que no dejó contentas a personas cercanas a mí. Pero a veces hay que mirar por uno mismo antes que por el resto.
Y me hallo en una situación muy parecida a hace dos años. Vuelvo a mi ciudad, Madrid, pero a una carrera nueva en la que tendré que conocer nuevas personas y adaptarme. Aunque he vuelto a madurar y de la mejor forma, porque cuando caes, ya sólo se puede uno levantar. Al igual que no voy a cometer el error de alejar a personas de mi vida por mis problemas, no voy a "arrastrarme" detrás de personas que no me necesitan. Me he establecido objetivos no sólo para este año, sino de vida, objetivos que me llenen a mí, y no a personas que antes quería complacer.
Me gustaría decir que esta vez no tengo miedo y sólo tengo ilusión. Pero sigue habiendo miedo, aunque la ilusión gane. Y cuando la ilusión gana, el miedo apenas te frena. Sí, volveré a tener errores, pero no me dan miedo. De los errores se aprende y maduran. Y ahora que me he establecido un camino fuerte y seguro, cuando haya caídas, estas no van a doler tanto.
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