martes, 10 de octubre de 2017

Día Mundial de la Salud Mental '17

Tengo mil cosas que hacer, pero prefiero posponer algunas de ellas y escribir esta entrada antes. Es una especie de símil, porque mucha gente, ante el estrés del trabajo y el estudio, antepone estos y deja su salud mental atrás. Y ese es el primer fallo, ante cuál se forma una bola en el que más tarde estarás en medio preguntándote: ¿dónde empezó todo para que yo acabase así? Todo empieza cuando dejas de cuidarte.

Ante las demandas crecientes de la sociedad en el ámbito escolar y de trabajo, no es usual encontrarnos con multitud de personas que sufran ansiedad/estrés. Pero que algo sea usual no quiere decir que sea normal. Que algo sea usual no quiere decir que necesite menos cuidado que otros problemas. Por muy pequeñas que sean una preocupaciones, siguen siendo unas preocupaciones. Y merecemos sentirnos nosotros al 100%.

Me podría incluso sentir culpable escribiendo esto porque deberían darme un máster en no-autocuidado. He dejado de hacer cosas en mi vida básicas por cosas muy poco importantes en comparación. Pero he aprendido, no sin antes darme de bruces contra el suelo, pero he aprendido una serie de cosas que me sirven para no caer y las quiero compartir aquí.

1) Establece una rutina. Parece una chorrada, pero tener una rutina evita agobios cuando hay poco tiempo. En especial, si ante estrés se sufre de insomnio, tener una rutina pre-dormir ayuda mucho a preparar el cuerpo para descansar. Estudiar y trabajar justo antes de dormir no ayudará nada.

2) Identifica signos ante los que preocuparse. Saber con que pequeñas cosas estás llenando el vaso es imprescindible para que ese vaso no rebase. 

3) A parte de cuidarte a ti, cuida a tus amistades. Cuando uno está mal se suele encerrar en una burbuja de malestar, y se olvida que hay vida más allá de la burbuja. Tus amistades tirarán de ti cuando estás mal, pero no eternamente. Igual de importante es agradecer que estén a tu lado, aunque sean tus amigos y esperes eso de ellos, no es su obligación.

4) Habla de tus problemas, pero no satures a nadie. Poder expresarse y desahogarse es clave, pero la negatividad se transmite, si estás siempre llorando y quejando vas a empezar a agobiar a otras personas.

5) Pide ayuda externa si tu círculo cercano no te la brinda. Hay veces que a tus personas cercanas les sobrepasa la situación en la que te encuentras, porque ellos no son capaces de manejarla, tienen sus problema y/o has llegado a un límite. Pedir ayuda a un psicólogo o psicoterapeuta puede ser adecuado en ese momento.

6) Una vez que superes el bache, disfruta, pero nunca olvides. Eso no quiere decir que estés siempre alerta, porque eso podría ser contraproducente. Pero sentarte y reflexionar de vez en cuando sobre donde te encuentras en tu camino es esencial para evitar recaídas.

Ante todo, no olvides que la salud mental es básica y necesaria en todo el mundo, haya podido tener en ella problemas antes o no. Todos en algún momento de nuestra vida podemos sufrir emocionalmente, y no pasa nada: solo hay que aprender a manejarlo para que todo vuelva a la normalidad.




martes, 3 de octubre de 2017

Carta para ti, ¿o para mí?

Seguramente no leas esto, ni si quiera sé porque quiero hacerlo público. Pero hay veces que me quiero desahogar, y aquí es donde suelo hacerlo. 

Antes pensaba que valía la pena. Valía la pena ser insegura, valía la pena sentirme culpable, valía la pena sufrir 6 días por estar uno bien. Pero no lo merecía. ¿Y si es mi culpa ser tan insegura? ¿Y si todo esto se lo está inventando mi cerebro? Pero nunca era así. Nunca eran imaginaciones mías. Nunca lo fueron.

Me mentías, y yo lo perdonaba, "lo hacia para protegerme" me decía, pff, que ilusa. Sí, eran "tonterías", pero uno puede construir una montaña de un grano de arena; al igual que tus "mentirijillas" acabaron siendo una gran mentira. Sólo has conseguido que me cuestione cualquier cosa que me llegaste a contar.

¿Perder a la persona o perder el orgullo? Mi mente decía lo segundo para justificar las veces que acabé yo detrás de ti. Solo cuando pude salir del romanticismo idealizado me di cuenta que nadie merece ir detrás de alguien que supuestamente merece la pena. Si mereciera la pena, no estarías detrás, estarías a su lado.

Tienes la culpa en muchas cosas, pero obviamente no en todas. La gran culpa la tiene la sociedad, que enseña desde pequeñas a las chicas que luchar por una persona siempre vale la pena, cuando el amor no debería ser difícil. Que eres suficientemente especial para cambiar a una persona, y eso nunca se cumple. Cuando lo primero que debería hacer es enseñar que idealizar a una persona te va a acabar matando. El amor no surge de la nada. El amor se construye entre las personas implicadas. Y no es como alguna vez me dijeron: "hay veces que alguien tiene que dar más si las cosas no funcionan". Nunca, si las cosas no funcionan, no funcionan.

¿Por qué escribo esto ahora? Podría haberlo escrito hace un mes, tenía la misma opinión. Pero ayer me di cuenta de un detalle, detalle por el cual llegaste al límite del patetismo e inmadurez. Paso tras paso mereces menos la pena. Gracias, me lo dejas todo más fácil. Eres tú el que se lo pierde.

Pero esta carta no va para ti, porque sé que no la leerás. Es una carta para mí. Por confiar en lo mejor de las personas, aunque eso me haga llevarme palos uno detrás de otro. Por ser fuerte y aguantar más de lo que merecía la pena. Porque ahora ya no voy a ser tonta, he aprendido, aunque haya tardado. No he perdido la fe en el amor, creo en el amor. Pero no en el amor romántico que busca la sociedad que tengamos. No en el amor tóxico.

Esta carta va para mí, porque me encanta donde estoy, desde que me he dado cuenta que no te necesito. Todo el amor que estuve dispuesta a dar va a ir dirigido a otra persona, yo. Porque me lo merezco.