Me siento mirando fijamente a un reloj hacer tic-tac tic-tac, ya ha pasado un minuto.
Y ahora ha pasado otro.
Y otro.
Y no he hecho absolutamente nada.
No entiendo porque la expresión que se utiliza es "qué rápido pasa el tiempo" y no "qué rápido se agota el tiempo". Porque si se compara el pasar del tiempo con el de un coche pasando por una carretera implicaría que, aunque un minuto pasase, se podría volver a él. Pero no es así.
Todos tenemos un reloj de arena interno y que notamos como va agotándose con cada segundo. Pero para cada persona difiere en la cantidad de arena que este contiene.
Podría quedarnos tantos granitos como para llenar una playa entera. Poder coger un puñado entero e ir soltando poco a poco porque no tenemos miedo de gastarlo, tenemos tantíííísimo tiempo... Podemos sentir que nos sumergimos en él y que tenemos el control, o al menos creerlo.
Pero, en cambio, podría quedarnos tan pocos que nos volveríamos locos intentando darle la vuelta al reloj cuando sabemos que es imposible, intentar aferrarnos a los pocos granitos de arena que siguen allí, intentar que no caigan... Pero el tiempo continua fluyendo constante.
Pero la mayor ironía es que nadie sabe cuanta arena le queda: uno podría sentir que se sumerge en arena mientras puede contar los granos de arena con una mano, o estar contando los granos de arena para darse cuenta que ha perdido la cuenta de cuantos lleva.
Más veces de las que debería soy consciente de mi reloj de arena y de la ansiedad que me produce no saber como va. ¿Puedo vivir tranquila y calmada con su discurrir o debería darme prisa en cumplir mis metas? ¿Estoy orgullosa de como he aprovechado los granitos de arena que ya cayeron? ¿Estoy preparada para afrontar los que me quedan? ¿O le estoy dando demasiada importancia?
Ojalá poder olvidarme siempre de la existencia de ese reloj.