sábado, 11 de noviembre de 2017

Deconstruirse no es fácil

Deconstruirse del rol que te ha dado la sociedad desde que naces no es fácil, incluso cuando formas parte de la parte que está oprimida.

Las primeras películas que miras te enseñan a esperar la llegada de un príncipe azul. Claro, a esperar, que más ibas a hacer. Ese único príncipe azul que va a ser tu media naranja, una media naranja que te complete. Y todo eso se traslada a la creencia general de la sociedad de que una mujer que no se casa ni tiene hijos ha fracasado. Nadie se le ocurre pensar que tenía otras prioridades y metas en la vida a otros niveles.  Pero durante siglos hemos sido "la mujeres de" y las que traen los hijos a las familias. Por mucho que eso este cambiando, el estigma que rodea a las mujeres que se sale de la norma sigue.
Y aunque una mujer sí tenga esas prioridades en la vida, nunca va a ser encontrar una media naranja. Porque nosotras ya somos naranjas completas. Lo que buscamos son personas que nos complementen y acompañen, personas que quieran participar en que cumplamos nuestras metas.

Me pregunto si gran parte de mi personalidad se ha debido a la influencia de este sistema. Si mis inseguridades y timidez se deben a que nos han enseñado a las mujeres a callar y replantearnos miles de veces lo que vayamos a decir, no vaya a ser que nos equivoquemos. Si mi perfeccionismo viene de esta idea de que no puedo fallar, que tengo que demostrar lo mejor de mí para que si tuviera algún fallo no se atribuyera a mi género. Si durante años sufrí por mi aspecto, mi cuerpo, mi peso... sufrí un TCA, cuya proporción es 9/2 mujeres/hombres; si hubiese nacido hombre hubiese tenido casi 5 veces menos de probabilidad de haberlo sufrido, porque nunca se me habría juzgado por mi talla y medidas.

Aún hoy, en las aulas veo lo que he descubierto que se llama el efecto tijera. En mi clase somos 80% chicas y 20% chicos; pero a nivel de cátedra los porcentajes se invierten. En la asignatura de Historia no han nombrado a ninguna mujer psicóloga, y no es que no las hubiera, pero la mayoría firmaba sus trabajos con el apellido del marido o firmaba su compañero; ¿quién publicaría el trabajo de una mujer? Y aún hoy siguen publicando menos mujeres. ¿Y esa brecha salarial teóricamente inexistente? Pues desde hace dos días y hasta final de años las mujeres hemos dejado de cobrar por el trabajo que hacemos.

Podría seguir explayándome. Dejar atrás las injusticias y hablar del miedo. El miedo que se siente al ir sola por la calle donde te acosan y lo justifican con que son "piropeos". Que aprovechen para tocar donde no se debe en una fiesta, justificarlo con que había mucha gente y no sabían donde poner las manos. Que lleguen a violar y lo justifiquen con que estabas borracha y no dijiste claramente que no; porque la falta de sí se sigue sin considerar rechazo. O que violen y justifiquen con que ellos eran los que estaban borrachos y no sabían lo que hacían.

O ese "romanticismo". Parejas que controlan porque sienten celos. "Hay que romántico, está celoso porque te quiere". Y esos celos se convierten en cargos de conciencia, insultos, en golpes y en muerte. ¡Qué bonito pintan ese amor romántico!

Y aunque yo sola todas estas cosas no pueda cambiar, hago pequeños cambios, añado mi pequeño grano de arena, para que al menos mi círculo sea menos machista. Aunque muchas veces mis llamadas de atención hacia otros vayan seguidos de "loca feminazi". Pero después de tantos años callando, alzar la voz y ser considerada loca, no me afecta en absoluto.



Esta entrada la he escrito sin pensar, y no voy a volver atrás para reeditarla. Trato muchos temas con los que podría escribir infinidad de entradas. Pero a veces una simplemente necesita desahogarse y escribir lo primero que le venga a la mente.